“Y si vas a salir de mi vida, sólo te pido una cosa:Una vez que te hayas ido y veas que estoy bien, no te atrevas a volver.”
-Mario Benedetti-
A
veces me coges de la mano y tengo miedo de que con ello, te adueñes
de la parte que aún soy reticente a entregar. Hacemos acto de
presencia en la vida del otro mediante mensajes insulsos a sabiendas
de que el leerlos no nos hace sentir todo lo completos que
deberíamos, seguramente por esa extraña percepción de la ausencia de noticias hace que el
silencio sea el sinónimo del olvido.
Evitamos las etiquetas por ese
miedo irracional a llamar las cosas por su nombre con esas santas
estupideces que nos convierten en Peter Panes eternos. Fingimos que
no tenemos sentimientos aunque nuestros actos son más escandalosos
que un libro abierto; queremos que nos quieran a sabiendas de que no
somos merecedores de tal privilegio, porque el amor se ha convertido en un cúmulo
de obligaciones que hemos aprendido a asumir con desgana.
Solo
quise alargar esos momentos en los que creía que éramos felices.